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Just Call Me Angel

Sobre la situacion actual

El sistema financiero más sólido del mundo ya ha experimentado la primera quiebra de una de sus partes: Caja Castilla-La Mancha. Lo que para el Gobierno parecía imposible –aún hoy lo sigue calificando de caso aislado– ha terminado por producirse. Habida cuenta de las incontables mentiras que el PSOE ha vertido sobre la gestación y desarrollo de la crisis, es dudoso que Zapatero se haya sorprendido por que la realidad haya desmentido su categórico diagnóstico. Simplemente, porque nunca fue un diagnóstico, sino una mascarada sistemática y generalizada.

Todavía ahora, cuando la tinta del decreto de intervención sobre la entidad y el aval de 9.000 millones no se ha secado, Solbes trata de quitar hierro al asunto diciendo que se trata de un problema de liquidez, pero no de solvencia.

Es posible que Zapatero siga necesitando dos tardes para aprehender cuatro nociones básicas de economía, pero Solbes necesita volver a pasarse por clase de contabilidad. Cuando los pasivos de una entidad son superiores a su activo, de lo que se habla es de insolvencia, de que los acreedores deben lanzarse vorazmente sobre el patrimonio de su deudor para tratar de recuperar una parte de lo que le prestaron. Al fin y al cabo, si el problema fuera de liquidez, ¿de qué habrían servido los 50.000 millones que Zapatero con tan poco control y rigor repartió entre los banqueros? ¿No se nos decía que aquello ya era para inyectar liquidez? ¿De verdad no hemos sido capaces de emplearlos para evitar la suspensión de pagos de Caja Castilla-La Mancha?

Mucho hay que temerse que no. Esencialmente porque esas hipotecas subprime a la española que son los créditos a promotores plagaban el balance de la caja; créditos baratos que ayudaron a realimentar una burbuja inmobiliaria de mano de los cuatro amigos de su consejo de administración. Solbes dice que no existe agujero, pero como poco faltan 3.000 millones de euros. Será que el vicepresidente carece de nociones básicas de contabilidad o que, más simple y probablemente, siga mintiendo; la única estrategia contra la crisis que parecen desarrollar con cierta habilidad los miembros de este Gobierno.

Por desgracia, el agujero manchego no será el único. Los bancos centrales sembraron la semilla de esta crisis y fueron las cajas las que se sumaron a la ola especulativa con mayor entusiasmo: el 70% de todos sus créditos iban destinados a hipotecas, a constructores y a promotores. Parece que nuestro sistema financiero no era tan sólido y fiable como al presidente del Gobierno le gustaba proclamar por los foros internacionales. Y no lo era especialmente en el sector de las cajas de ahorros, auténticos cortijos de la clase política.

Convendría que quienes están abogando por una mayor supervisión política de las entidades financieras o incluso por su total nacionalización (siguiendo el modelo sueco) se pararan un poco a reflexionar sobre lo que están proponiendo: precisamente, la parte más vulnerable, más manirrota y más especuladora de nuestro sistema bancario era la parte menos libre y más copada por los políticos. Al menos, los directivos de los bancos, por torpes y corruptos que hayan podido ser, tenían que responder ante sus juntas de accionistas. ¿Ante quiénes responden los políticos colocados al frente de una caja?

Como bien ilustra el episodio del recurso ante el Constitucional por parte del Gobierno de la ley de cajas madrileña, a los políticos sólo les interesa el control de estas entidades, no su viabilidad y buena gestión. ¿Cómo si no se explica que hace apenas unos días el PSOE estuviera más interesado en meterle el dedo en el ojo al Ejecutivo de Aguirre que en evitar o suavizar el colapso de Caja Castilla-La Mancha?

No, desde 2004 los socialistas sólo han utilizado su escasa política económica con fines electorales. Cuando la burbuja inmobiliaria alcanzaba su cénit, prefirieron vanagloriarse de que estábamos a punto de alcanzar el "pleno empleo" antes que pincharla para evitar que alcanzara proporciones mayores. Cuando la crisis ya empezaba a asomar las orejas –en los meses previos a los comicios del 9 de marzo– se dedicaron a negarla por todos los medios, en lugar de reconocer su dimensión y comenzar a aplicar las medidas necesarias: reducir el gasto público y los impuestos y liberalizar algunos mercados como el laboral. Cuando las cifras del paro alcanzaron niveles insufribles, pasaron a despilfarrar los recursos nacionales en absurdos planes E para colocar a unos miles de trabajadores a costa de hipotecar nuestro presente y el futuro de nuestros hijos. Y ahora que se desmorona el mito de que contábamos con el sistema financiero más sólido del mundo, se dedican a seguir mintiendo y tomando el control de las cajas para que los ciudadanos no averigüemos quiénes eran los responsables de acumular tamañas cantidades de basura en sus balances.

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